lunes, 18 de mayo de 2015

SANTA CLARA DE ASÍS - ¿POR QUÉ ES LA PATRONA DE LA TELEVISIÓN?

Hoy te presentamos a la patrona de la televisión: "Santa Clara de Asís".

En la primera parte de esta publicación encontraran características de esta santa y en la segunda parte se responde al interrogante: ¿Por qué es la patrona de la Televisión? 




"SANTA CLARA DE ASÍS (1193/94 - 1253) Virgen, fundadora de las clarisas, patrona de la televisión"[1]

-Santa Clara es, y de manera determinante, una mujer de intensa oración, oración contemplativa, oración de escucha de la Palabra de Dios, a la que ella, convertida por la predicación de Francisco, concede un protagonismo excepcional en su experiencia religiosa; y para que nada obstaculice la escucha atenta de la palabra, prohíbe incluso el canto de la Liturgia de las Horas, para que la preocupación estética no sustituya nunca la escucha fiel de la palabra. «Era vigilante en la oración -dicen en el proceso de canonización las hermanas que convivieron con ella-, sublime en la contemplación, hasta el punto de que alguna vez, volviendo de la oración, su rostro aparecía más claro de lo acostumbrado y de su boca se desprendía una cierta dulzura» (Proceso 6,3).

Clara es también una mujer de la penitencia, en un contexto en el que hay una verdadera «cultura de la penitencia». En esto su palabra no siguió a su ejemplo, pues si para con las hermanas y en la Regla relativiza la praxis penitencial en relación con el monaquismo tradicional, por considerar que la primera y principal forma de penitencia de las hermanas es la radicalidad de forma de vida y pobreza, sin embargo, sus penitencias fueron tales que el propio San Francisco, mediando el obispo de Asís, la obligó a la moderación, que más tarde ella aconsejó a Inés de Praga: «Mas, como nuestra carne no es de bronce, ni nuestra resistencia es la de las piedras, sino que, por el contrario somos frágiles y débiles corporalmente, te ruego y suplico en el Señor, queridísima, que desistas, sabia y discretamente, del indiscreto e imposible rigor de las abstinencias que te has propuesto, para que viviendo alabes al Señor y le ofrezcas tu culto espiritual» (3 CtaCla 38-41). Con todo, porque la penitencia brota para ella del amor a Cristo y es, sobre todo, una dimensión del seguimiento de su pobreza y humildad, del compartir sus sufrimientos y su cruz, la penitencia, esto la mantuvo al reparo de todo perfeccionismo ascético y de todo desprecio de lo material.

Clara es además una mujer de exquisita y tierna caridad, cargada de afecto para con sus hermanas, lo que, sin duda, contribuyó grandemente a aliviar el peso de la pobreza común. Siguiendo a Francisco escribe en la Regla: «Y manifieste confiadamente la una a la otra su necesidad, porque si la madre ama y nutre a su hija carnal, ¡cuánto más amorosamente debe cada una amar y nutrir a su hermana espiritual!» (RCla 8,15-16). Pero así como su clausura no es puro cerramiento y aislamiento, y su comunidad no es un gueto, sino, muy al contrario, un espacio abierto en la acogida de los de fuera, también lo es su caridad, como lo prueba el hecho de ser éstos los destinatarios de una gran parte de los «milagros» que los testigos del Proceso de canonización atribuyen a Clara.

Como verdadera seguidora de Francisco vive la verdadera alegría en medio de la pobreza, y ambas, alegría y pobreza, son dos de las grandes constantes de sus cartas a Inés de Praga: la alegría que brota de la identificación afectiva y efectiva con Cristo pobre y humilde en Belén y en la cruz, la alegría de las bienaventuranzas.

Porque entró en lo hondo del misterio humano y en el corazón del Evangelio, Clara de Asís es una llamada permanente a correr la aventura de la fe, viviendo el radicalismo evangélico con alegría y sencillez; su lucha respetuosa pero tenaz por el reconocimiento de la originalidad de su vida y misión, es un estímulo para vivir creativa y responsablemente la propia comunión eclesial; su fraternidad y minoridad proclaman la urgencia de recrear los modelos de vida eclesiales y sociales, impregnándolos de un verdadero espíritu fraterno, y de una verdadera igualdad; el mismo signo profético de la clausura de Clara es una llamada al cristiano de hoy a reconocer la propia necesidad de concentrarse en Dios y en Cristo; y su «altísima pobreza» nos habla del primado del Dios Altísimo, no menos que de la comunión en la justicia y la solidaridad con la humanidad doliente y desgarrada por el hambre, la guerra, la marginación.-