lunes, 7 de octubre de 2019

Sínodo de la Amazonia y Misión de los Medios de Comunicación




Ya se ha iniciado la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la región Panamazónica que se desarrollará desde el 6 al 27 Octubre de este año. Un sínodo que despertó muchas polémicas en los medios de comunicación social. 

En el Instrumentum Laboris que se redactó para este sínodo con el lema "AMAZONÍA: NUEVOS CAMINOS PARA LA IGLESIA Y PARA UNA ECOLOGÍA INTEGRAL", incluye en uno de sus capítulos una breve descripción sobre la misión de los medios de comunicación:  

Capítulo VII: Misión de los medios de comunicación



“La Iglesia dará mayor importancia a los medios de comunicación social y los empleará para la Evangelización” (DP 158)



Medios, ideologías y culturas




140. Uno de los grandes desafíos de la Iglesia es pensar de qué modo ubicarse en este mundo interconectado. Los medios de comunicación social masiva transmiten patrones de conducta, estilos de vida, valores, mentalidades que influyen vehiculando una cultura que tiende a imponerse y uniformar nuestro mundo interconectado. Es el problema de la seducción ideológica de la mentalidad consumista, que afecta sobre todo a la juventud. En muchos casos, los jóvenes son llevados a no valorar - e incluso rechazar - su propia cultura y sus tradiciones, aceptando de manera acrítica el modelo cultural imperante. Esto provoca el desarraigo y la pérdida de identidad.




Medios de la Iglesia




141.La Iglesia cuenta con una infraestructura de medios, sobre todo de emisoras radiales las cuales son el medio de comunicación principal. Los medios pueden ser un instrumento muy importante para trasmitir el estilo de vida evangélico, sus valores y sus criterios. También son espacios para informar lo que ocurre en la Amazonía sobre todo respecto a las consecuencias de un estilo de vida que destruye, y que los medios en manos de grandes corporaciones ocultan. Ya existen algunos centros de comunicación social gestados por los mismos indígenas que experimentan la alegría de poder expresar sus propias palabras, su propia voz no sólo a sus mismas comunidades, sino también hacia fuera. El mundo indígena muestra valores que el mundo moderno no tiene. Por eso es importante que el empoderamiento de los medios de comunicación llegue a los mismos nativos. Su contribución puede tener resonancia y ayudar a la conversión ecológica de la Iglesia y del planeta. Se trata de que la realidad amazónica salga de la Amazonía y tenga repercusión planetaria.




Sugerencias:




142.Se sugiere:
a. La formación integral de comunicadores autóctonos especialmente indígenas para fortalecer las narrativas propias del territorio.
b. La presencia de agentes pastorales en medios de comunicación masiva.
c. La constitución, promoción y fortalecimiento de nuevas emisoras de radio y TV con contenidos apropiados a la realidad amazónica.
d. La presencia de la Iglesia en Internet y demás redes de comunicación para dar a conocer la realidad amazónica al mundo.
e. La articulación de los diversos medios de comunicación en manos de la Iglesia y de los que trabajan en otros medios, en un plan pastoral específico.
f. Generar y difundir contenidos sobre la relevancia de la Amazonía, sus pueblos y culturas para el mundo, a ser promovidos en las estructuras y canales de la Iglesia universal.

Leer Instrumentum Laboris (versión completa)


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viernes, 28 de junio de 2019

Beato Carlo Acutis, devoción en Argentina (Testimonio)



Carlo Acutis (Londres, Inglaterra, 3 de mayo de 1991-Monza, Italia, 12 de octubre de 2006)  un joven informático con fama de santidad, que ha sido proclamado venerable por el papa Francisco el 5 de Julio del año 2018.

La vida del joven Carlo Acutis llama la atención a muchos y ha despertado una gran devoción en Brasil, Chile, Argentina, Colombia, en Costa Rica y en otros países de América Latina. También existen muchos devotos de Carlo en Italia, España, Suiza y otros países de Europa y de Asia.

Este joven se caracterizó por su fuerte devoción a la Eucaristía, a la que denominó "Mi autopista para ir al Cielo",  y también por rezar el Rosario, teniendo una gran devoción por la   Virgen María, de manera particular por las advocaciones de Fátima y Lourdes. También cabe mencionar que muchos que lo conocieron destacan su gran generosidad y caridad con los más pobres que encontraba en las calles de Milán. Falleció el 12 de Octubre del año 2006 por una fuerte leucemia. Al estar internado de gravedad Carlo expresó:«Ofrezco al Señor los sufrimientos que tendré que padecer por el Papa y por la Iglesia, para no tener que estar en el Purgatorio y poder ir directo al cielo». (Leer Biografía)
Ilustración de Lio Camargo
Carlo Acutis tenia un gran conocimiento de herramientas informáticas, muchos lo consideraban un genio en está disciplina, por su amor a la Eucaristía, diseñó un catalogo digital sobre los Milagros Eucarísticos (Visitar Exposición Online)


A continuación compartimos con todos ustedes un testimonio de Natalia Ceballos, de Arroyito, provincia de Córdoba, Argentina:

"Hola a todos! Quiero contarles una vivencia familiar con Carlo! 
En el 2018 yo había leído algo sobre Carlo, me había llamado mucho la atención su vida y sobre todo su amor por la informática. 
Somos una familia compuesta por 4 miembros, papá Diego y mamá Naty, hija Candelaria e hijo Jonás, ellos ya van al secundario; a finales del 2018 mi hijo comenzó a hacer cosas extrañas y a actuar de manera extraña y huraña. Me enteré por otras mamás que no estaba yendo al colegio, yo lo dejaba al frente del mismo y él no ingresaba; esa situación me preocupó muchísimo, me movilice, pregunte en la escuela, donde me confirmaron las faltas; él hacía tiempo me decía que un par de compañeros lo molestaban, hasta donde yo sabía de manera verbal, yo siempre le recomendaba no hacerles caso, pero es que es tanto el hostigamiento hacia los niños que llega un momento en que no aguantan más! 
Y así fue, mi hijo me confesó que ya no quería ir al colegio por el bulling que sufría. Yo me acordé de Carlo en ese momento y busqué en internet una novena para hacer por mi hijo y por sus compañeros que también necesitan de Dios. Encontré la página asociación de amigos de Carlo Acutis y escribí pidiendo oración por mi hijo; comenzamos la novena y el Señor comenzó su obra a través de la intercesión de Carlo. 

Natalia y su familia
Hicimos la novena en familia, la primera noche nadie durmió, no se que pasó pero todos tuvmos insomnio. Bueno, terminamos los 9 días y todo fue mejorando paulatinamente. Al comienzo de este año, mi hijo tiene la posibilidad de separarse de ese grupo molesto e ingresa a otra especialidad en la misma escuela pero otro curso, el está muy contento. Más o menos en el mes de febrero me llega un sobre de Italia; lo abrimos y oh sorpresa era folleteria de Carlo, una reseña de su vida, estampitas, una medalla de la Virgen de la Medalla Milagrosa y una reliquia de Carlo,  la cual averiguando un poco calculamos que es de segundo grado. También le pedí a Carlo me ayudara como mamá a poder controlar en casa a la tecnología, internet, celulares, etc y me esta ayudando por gracia de Dios. 

Bueno quería compartirles mi experiencia. Les comparto fotos de la reliquia. Ahora le estoy pidiendo por mi tiroides  que me esta trayendo algunos problemas, pero que se cumpla la voluntad del Padre!!! 
Bendiciones para todos!"



Invitamos a todos los devotos de Carlo Acutis y a quienes deseen conocer más de su vida que se sumen a esta fanpage: Carlo Acutis - Argentina por su beatificación


Oración oficial para solicitar la Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Carlo Acutis

Oh Padre,
que nos has dado el testimonio ardiente,
del joven Siervo de Dios Carlo Acutis,
que convirtió la Eucaristía en el centro de su vida
y la fuerza de su dedicación cotidiana
para que los demás también Te amaran sobre todas las cosas,
haz que pueda
formar parte de los Beatos y los Santos de tu Iglesia.

Confirma mi fe,
alimenta mi esperanza,
fortalece mi caridad,
a imagen del joven Carlo,
que, creciendo en estas virtudes,
ahora vive a Ti.
Concédeme la gracia que tanto necesito…

Confío en Ti, Padre,
y en tu amadísimo Hijo Jesús,
en la Virgen María, nuestra dulcísima Madre, 
y en la intercesión de Tu Siervo Carlo Acutis.


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miércoles, 29 de mayo de 2019

"JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES" (2019)




El concilio Vaticano II estableció, en 1966, la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en la solemnidad de la Ascensión del Señor. Desde entonces, cada año, los Papas han dirigido un mensaje a la Iglesia con este motivo. Este año bajo el lema: “Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25). De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana». A continuación, el mensaje del Santo Padre Francisco:

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA 53 JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES

« “Somos miembros unos de otros” (Ef 4,25).
De las comunidades en las redes sociales a la comunidad humana »



Queridos hermanos y hermanas:

Desde que internet ha estado disponible, la Iglesia siempre ha intentado promover su uso al servicio del encuentro entre las personas y de la solidaridad entre todos. Con este Mensaje, quisiera invitarles una vez más a reflexionar sobre el fundamento y la importancia de nuestro estar-en-relación; y a redescubrir, en la vastedad de los desafíos del contexto comunicativo actual, el deseo del hombre que no quiere permanecer en su propia soledad.

Las metáforas de la “red” y de la “comunidad”

El ambiente mediático es hoy tan omnipresente que resulta muy difícil distinguirlo de la esfera de la vida cotidiana. La red es un recurso de nuestro tiempo. Constituye una fuente de conocimientos y de relaciones hasta hace poco inimaginable. Sin embargo, a causa de las profundas transformaciones que la tecnología ha impreso en las lógicas de producción, circulación y disfrute de los contenidos, numerosos expertos han subrayado los riesgos que amenazan la búsqueda y la posibilidad de compartir una información auténtica a escala global. Internet representa una posibilidad extraordinaria de acceso al saber; pero también es cierto que se ha manifestado como uno de los lugares más expuestos a la desinformación y a la distorsión consciente y planificada de los hechos y de las relaciones interpersonales, que a menudo asumen la forma del descrédito.

Hay que reconocer que, por un lado, las redes sociales sirven para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos los unos a los otros; pero por otro, se prestan también a un uso manipulador de los datos personales con la finalidad de obtener ventajas políticas y económicas, sin el respeto debido a la persona y a sus derechos. Entre los más jóvenes, las estadísticas revelan que uno de cada cuatro chicos se ha visto envuelto en episodios de acoso cibernético[1].

Ante la complejidad de este escenario, puede ser útil volver a reflexionar sobre la metáfora de la red que fue propuesta al principio como fundamento de internet, para redescubrir sus potencialidades positivas. La figura de la red nos invita a reflexionar sobre la multiplicidad de recorridos y nudos que aseguran su resistencia sin que haya un centro, una estructura de tipo jerárquico, una organización de tipo vertical. La red funciona gracias a la coparticipación de todos los elementos.

La metáfora de la red, trasladada a la dimensión antropológica, nos recuerda otra figura llena de significados: la comunidad. Cuanto más cohesionada y solidaria es una comunidad, cuanto más está animada por sentimientos de confianza y persigue objetivos compartidos, mayor es su fuerza. La comunidad como red solidaria precisa de la escucha recíproca y del diálogo basado en el uso responsable del lenguaje.

Es evidente que, en el escenario actual, la social network community no es automáticamente sinónimo de comunidad. En el mejor de los casos, las comunidades de las redes sociales consiguen dar prueba de cohesión y solidaridad; pero a menudo se quedan solamente en agregaciones de individuos que se agrupan en torno a intereses o temas caracterizados por vínculos débiles. Además, la identidad en las redes sociales se basa demasiadas veces en la contraposición frente al otro, frente al que no pertenece al grupo: este se define a partir de lo que divide en lugar de lo que une, dejando espacio a la sospecha y a la explosión de todo tipo de prejuicios (étnicos, sexuales, religiosos y otros). Esta tendencia alimenta grupos que excluyen la heterogeneidad, que favorecen, también en el ambiente digital, un individualismo desenfrenado, terminando a veces por fomentar espirales de odio. Lo que debería ser una ventana abierta al mundo se convierte así en un escaparate en el que exhibir el propio narcisismo.

La red constituye una ocasión para favorecer el encuentro con los demás, pero puede también potenciar nuestro autoaislamiento, como una telaraña que atrapa. Los jóvenes son los más expuestos a la ilusión de pensar que las redes sociales satisfacen completamente en el plano relacional; se llega así al peligroso fenómeno de los jóvenes que se convierten en “ermitaños sociales”, con el consiguiente riesgo de apartarse completamente de la sociedad. Esta dramática dinámica pone de manifiesto un grave desgarro en el tejido relacional de la sociedad, una laceración que no podemos ignorar.

Esta realidad multiforme e insidiosa plantea diversas cuestiones de carácter ético, social, jurídico, político y económico; e interpela también a la Iglesia. Mientras los gobiernos buscan vías de reglamentación legal para salvar la visión original de una red libre, abierta y segura, todos tenemos la posibilidad y la responsabilidad de favorecer su uso positivo.

Está claro que no basta con multiplicar las conexiones para que aumente la comprensión recíproca. ¿Cómo reencontrar la verdadera identidad comunitaria siendo conscientes de la responsabilidad que tenemos unos con otros también en la red?

“Somos miembros unos de otros”

Se puede esbozar una posible respuesta a partir de una tercera metáfora, la del cuerpo y los miembros, que san Pablo usa para hablar de la relación de reciprocidad entre las personas, fundada en un organismo que las une. «Por lo tanto, dejaos de mentiras, y hable cada uno con verdad a su prójimo, que somos miembros unos de otros» (Ef 4,25). El ser miembros unos de otros es la motivación profunda con la que el Apóstol exhorta a abandonar la mentira y a decir la verdad: la obligación de custodiar la verdad nace de la exigencia de no desmentir la recíproca relación de comunión. De hecho, la verdad se revela en la comunión. En cambio, la mentira es el rechazo egoísta del reconocimiento de la propia pertenencia al cuerpo; es el no querer donarse a los demás, perdiendo así la única vía para encontrarse a uno mismo.

La metáfora del cuerpo y los miembros nos lleva a reflexionar sobre nuestra identidad, que está fundada en la comunión y la alteridad. Como cristianos, todos nos reconocemos miembros del único cuerpo del que Cristo es la cabeza. Esto nos ayuda a ver a las personas no como competidores potenciales, sino a considerar incluso a los enemigos como personas. Ya no hay necesidad del adversario para autodefinirse, porque la mirada de inclusión que aprendemos de Cristo nos hace descubrir la alteridad de un modo nuevo, como parte integrante y condición de la relación y de la proximidad.

Esta capacidad de comprensión y de comunicación entre las personas humanas tiene su fundamento en la comunión de amor entre las Personas divinas. Dios no es soledad, sino comunión; es amor, y, por ello, comunicación, porque el amor siempre comunica, es más, se comunica a sí mismo para encontrar al otro. Para comunicar con nosotros y para comunicarse a nosotros, Dios se adapta a nuestro lenguaje, estableciendo en la historia un verdadero diálogo con la humanidad (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, 2).

En virtud de nuestro ser creados a imagen y semejanza de Dios, que es comunión y comunicación-de-sí, llevamos siempre en el corazón la nostalgia de vivir en comunión, de pertenecer a una comunidad. «Nada es tan específico de nuestra naturaleza –afirma san Basilio– como el entrar en relación unos con otros, el tener necesidad unos de otros»[2].

El contexto actual nos llama a todos a invertir en las relaciones, a afirmar también en la red y mediante la red el carácter interpersonal de nuestra humanidad. Los cristianos estamos llamados con mayor razón, a manifestar esa comunión que define nuestra identidad de creyentes. Efectivamente, la fe misma es una relación, un encuentro; y mediante el impulso del amor de Dios podemos comunicar, acoger, comprender y corresponder al don del otro.

La comunión a imagen de la Trinidad es lo que distingue precisamente la persona del individuo. De la fe en un Dios que es Trinidad se sigue que para ser yo mismo necesito al otro. Soy verdaderamente humano, verdaderamente personal, solamente si me relaciono con los demás. El término persona, de hecho, denota al ser humano como ‘rostro’ dirigido hacia el otro, que interactúa con los demás. Nuestra vida crece en humanidad al pasar del carácter individual al personal. El auténtico camino de humanización va desde el individuo que percibe al otro como rival, hasta la persona que lo reconoce como compañero de viaje.

Del “like” al “amén”

La imagen del cuerpo y de los miembros nos recuerda que el uso de las redes sociales es complementario al encuentro en carne y hueso, que se da a través del cuerpo, el corazón, los ojos, la mirada, la respiración del otro. Si se usa la red como prolongación o como espera de ese encuentro, entonces no se traiciona a sí misma y sigue siendo un recurso para la comunión. Si una familia usa la red para estar más conectada y luego se encuentra en la mesa y se mira a los ojos, entonces es un recurso. Si una comunidad eclesial coordina sus actividades a través de la red, para luego celebrar la Eucaristía juntos, entonces es un recurso. Si la red me proporciona la ocasión para acercarme a historias y experiencias de belleza o de sufrimiento físicamente lejanas de mí, para rezar juntos y buscar juntos el bien en el redescubrimiento de lo que nos une, entonces es un recurso.

Podemos pasar así del diagnóstico al tratamiento: abriendo el camino al diálogo, al encuentro, a la sonrisa, a la caricia... Esta es la red que queremos. Una red hecha no para atrapar, sino para liberar, para custodiar una comunión de personas libres. La Iglesia misma es una red tejida por la comunión eucarística, en la que la unión no se funda sobre los “like” sino sobre la verdad, sobre el “amén” con el que cada uno se adhiere al Cuerpo de Cristo acogiendo a los demás.

Vaticano, 24 de enero de 2019, fiesta de san Francisco de Sales.

Franciscus

jueves, 28 de marzo de 2019

Aspectos canónicos de la Iglesia en Internet

Internet y la misión de la Iglesia: el anuncio de la Palabra divina a través de los nuevos medios.








Dios, en su divina misericordia, ha querido que los bienes de la salvación se comuniquen ordinariamente a los hombres por los caminos de la Palabra y los Sacramentos. Esta economía de la salvación hace que la custodia del depósito de la fe y la predicación de la Palabra de Dios ocupe un lugar central en su actividad. El mismo Jesús envió a los apóstoles a predicar el Evangelio con autoridad, de tal manera que quienes escuchasen esa predicación lo escucharan a Él mismo (Cf. Lc 10, 16).

Este lugar central del ministerio de la predicación llevó a la Iglesia a utilizar desde el inicio todos los medios idóneos que tuvo a su alcance para llevarlo adelante (Cf. 2 Tim 4, 2). A la luz de la misión recibida de Cristo de custodiar la verdad revelada, profundizar en ella y exponerla fielmente a todos los hombres, la Iglesia considera un derecho que tiene desde su mismo origen, independiente de cualquier humano, predicar el Evangelio, incluso con sus propios medios de comunicación social (Cf. can. 747 § 1).

A partir del Concilio Vaticano II, bajo cuyo pedido se instituyó dentro de la Curia Romana una específica Comisión Pontificia para promover en la Iglesia la utilización de los nuevos medios de comunicación social, la presencia de la Iglesia en los mismos ha sido cada día más intensa y eficaz. Esta intención de utilizar todos los medios hoy disponibles ha encontrado su lugar también en la normativa universal sobre el oficio de enseñar de la Iglesia, que exhorta a utilizar todos los medios disponibles para el anuncio de la doctrina cristiana, no sólo los tradicionales (la predicación y la catequesis, que siguen ocupando un lugar primordial), sino también otros nacidos en los últimos siglos, como las escuelas y academias, o los que se han desarrollado en los últimos tiempos, como la prensa y los otros medios de comunicación social (Cf. can. 761).

Los nuevos instrumentos de la comunicación utilizados por la Iglesia para la predicación y la enseñanza de la doctrina han llevado también a la creación de nuevos marcos normativos, para garantizar la presencia eficaz y el ejercicio de la autoridad de la Iglesia para conservar íntegro el depósito de la fe que se le ha confiado, y para regular ordenadamente la dependencia de la autoridad que debe tener todo el ministerio profético confiado a la Iglesia (Cf. can. 823).

Ahora se presenta a la Iglesia una nueva oportunidad y un nuevo desafío, con un nuevo medio de comunicación, cada vez más presente en la vida actual, que es Internet. Aunque las primeras experiencias se remontan a la década de 1960, su expansión masiva y desarrollo actual se debe a la última década. En la Iglesia, que siempre utilizó todos los medios disponibles para el cumplimiento de su misión, se utiliza también de manera creciente Internet, aunque no cuenta todavía con una práctica y una normativa suficiente para regular su efectivo servicio al ministerio evangelizador de la Iglesia.

En este artículo, después de describir resumidamente las características propias de este nuevo instrumento y la utilidad que puede prestar a la misión de la Iglesia, presentaremos algunos aspectos canónicos que plantea el uso de Internet al servicio de la misión de la Iglesia, las normas existentes que deben aplicarse para su justa regulación y algunas sugerencias sobre su modo de aplicación, conforme a las características propias de Internet.

1. Internet y la misión de la Iglesia

Se puede describir Internet como una red de computadoras (en España llamadas ordenadores) conectadas entre sí para el intercambio de información. Estas computadoras pueden estar ubicadas en cualquier lugar del mundo, y basta que puedan conectarse, ya sea por vía telefónica o por otros medios, con algunas de las computadoras que hacen la función de nodos de la red mundial, para que puedan conectarse con cualquier otra computadora conectada a Internet.

Una nota característica de esta red es que no pertenece a ningún país, ni organismo oficial, ni a una empresa determinada. Es, desde este punto de vista, una red totalmente libre, a la que cualquier persona puede acceder desde cualquier lugar del mundo, si cuenta con una computadora y un modo de conectarla a Internet. En realidad, más que una red, se trata de una red de redes, formada por diversas redes conectadas entre sí, a través de las conexiones telefónicas que unen a todos los países del mundo, utilizando un sistema de comunicación que permite dividir los datos que se transmiten de una computadora a otra en pequeños paquetes de información perfectamente identificados, que vuelven a unirse cuando llegan a su destino.

Internet permite compartir información a través de los Sitios en las que se encuentran las Páginas Web o los Portales que vinculan con ellas, o a través del correo electrónico, o también a través de las "conversaciones en vivo", utilizando texto, sonido o imágenes, o sus diversas combinaciones.

Todas estas características presentan una gran oportunidad para la Iglesia, que tiene la misión de acercar a todos los hombres, a través de la predicación de la Palabra de Dios y la celebración de los Sacramentos, la salvación que Jesucristo nos ha traído, haciéndolos sus discípulos y enseñándoles a cumplir todo lo que nos ha mandado (Cf. Mt 28, 18-20).

Es evidente que la Iglesia no podrá reducir su tarea en el mundo a su presencia en Internet, ya que siempre será imprescindible el encuentro personal y comunitario en la celebración del Culto y especialmente en los Sacramentos, así como también en toda la vida de la comunidad, en la que la Palabra de Dios se encarna. Pero, sin embargo, Internet puede ser un complemento muy útil para la predicación de la Palabra de Dios en todo el mundo, incluso para hacerse presente en algunos lugares donde la Iglesia no tiene otro modo de hacerse presente.

Como todo instrumento, su conocimiento y el respeto de su naturaleza propia permite aprovechar de mejor manera toda su capacidad y utilidad. La Iglesia, por lo tanto, en la utilización de Internet como instrumento para la predicación de la Palabra de Dios, y también como instrumento para acercar a todos los hombres información sobre sí misma y su acción en el mundo, deberá conocer y respetar su naturaleza propia.

Internet, entendida como red de computadoras conectadas para el intercambio de información, es por su propia naturaleza interactividad. No sólo se accede a través de ella a la información que se brinda en las Páginas o se envía a través del correo electrónico o de los diversos modos de comunicación "en vivo", sino que también es posible poner a disposición de los demás la propia información. Este camino de ida y vuelta del pensamiento, a través de la imagen y la palabra, escrita o hablada, que fácilmente se establece entre personas ubicadas en cualquier lugar del mundo, incluso en tiempo real, supone toda una novedad que la Iglesia no puede dejar de tener en cuenta cuando se hace presente en Internet.

Dejando de lado otros aspectos, por razones de espacio y de tiempo, vamos a detenernos en primer lugar en el anuncio de la Palabra de Dios que diversos miembros de la Iglesia hacen en Internet, principalmente a través de Páginas o Portales y del correo electrónico. Más específicamente, analizaremos los aspectos canónicos de este anuncio de la Palabra de Dios hecha por católicos a través de Internet, con la pretensión de proponer caminos que sirvan para garantizar su identidad católica y la conformidad de sus contenidos con el magisterio de la Iglesia.

En un segundo momento analizaremos también el modo de garantizar la autenticidad de las Páginas que se hacen presentes en Internet identificándose como católicas, desde aquellas que representan institutos canónicos que tienen su origen en la misma voluntad divina, como las Iglesias particulares, hasta aquellas de personas jurídicas o asociaciones de fieles que asumen una función eclesial, ya sea de carácter privado o público (Cf. cáns. 116 § 1, 312 § 1 y 322 § 1).

Todo el Pueblo de Dios, cada uno conforme a su estado y condición, participa de la misión de la Iglesia, confiada por Jesús a los Apóstoles, de anunciar el Reino a todos los hombres de todos los tiempos. Por esta razón, es un deber y a la vez un derecho de todos los fieles trabajar para que el mensaje divino de la salvación llegue a todos, en todos los rincones de la tierra (Cf. Mt 28, 18-20 y can. 211). Ya que todos los fieles participan en la misión de la Iglesia, corresponde a todos ellos el derecho de promover la acción apostólica, siempre teniendo en cuenta el estado y la condición de cada uno (Cf. can. 216). Dentro del conjunto de los fieles, aquellos que se dedican a las ciencias sagradas (Biblia, teología, derecho canónico y otras) tienen derecho a una justa libertad para manifestar sus opiniones, siempre con la debida sumisión a los Obispos, a quienes corresponde la función magisterial en la Iglesia (Cf. can. 218).

Ahora bien, tanto el anuncio del mensaje evangélico de salvación, como la promoción de las iniciativas apostólicas y la manifestación de las propias opiniones de carácter científico en las disciplinas sagradas a las que algunos fieles se dedican pueden realizarse, y de hecho se realizan, a través de Internet. Esto nos llevará en un tercer momento a analizar el ejercicio de la autoridad de los Pastores, a quienes corresponde enseñar como Maestros de la fe y conducir como Rectores de la Iglesia, para poder ejercer su función magisterial y rectora en este nuevo terreno de presencia y acción eclesial (Cf. can. 212 § 1).

2. El anuncio de la Palabra divina a través de Internet

La Iglesia ha recibido de Jesús la misión de conservar íntegro el depósito de la fe, profundizar cada día más en él y anunciarlo a todos los hombres con todos los instrumentos aptos para ello (Cf. can. 747 § 1). En esta misión participa todo el Pueblo de Dios, cada uno conforme a su estado y condición.

El anuncio de la Palabra divina a la Iglesia universal corresponde al Papa y al Colegio episcopal (Cf. can. 756 § 1). En el cumplimiento de este oficio, el Sumo Pontífice es Doctor y Maestro para la Iglesia universal, y goza de infalibilidad en su enseñanza cuando proclama por un acto definitivo la doctrina que debe sostenerse en materias de fe y costumbre. También el Colegio episcopal goza de la misma infalibilidad de la Iglesia, cuando enseña como definitiva una doctrina, ya sea reunido en un Concilio ecuménico, o con los Obispos dispersos por el mundo y en comunión con el Papa (Cf. can. 749).

En cada Iglesia particular la función de anunciar el Evangelio corresponde al Obispo, como moderador de todo el ministerio de la Palabra divina en su jurisdicción. Cada Obispo (o varios de ellos reunidos en Conferencias episcopales o en Concilios particulares) es maestro auténtico para los fieles que se le han confiado, a quienes corresponde adherir con asentimiento religioso a sus enseñanzas en materias de fe y costumbres (Cf. can. 756 § 2).

Los presbíteros y los diáconos son, por su ordenación, cooperadores de los Obispos en el ministerio de la predicación. Los miembros de los Institutos de Vida Consagrada están llamados a ayudar a los Obispos en este ministerio, en virtud de su consagración, y los laicos, en virtud del Bautismo y la Confirmación, pueden ser llamados a cooperar con los Obispos en el ejercicio de ese mismo ministerio (Cf. cáns. 757, 758 y 759).

El ministerio de la Palabra divina abarca diversos modos e instrumentos contemplados hoy por las normas canónicas. Los principales son la predicación y la catequesis. Pero también sirve al mismo fin la enseñanza de la doctrina cristiana, especialmente en las escuelas y otros institutos, así como todo tipo de reuniones y conferencias, y las declaraciones públicas hechas por la autoridad eclesiástica (Cf. can. 761).

Sin embargo, hoy también debe considerarse a Internet como un instrumento útil para el ministerio de la Palabra divina que corresponde a la Iglesia. Y así como para la predicación, la catequesis, las escuelas y la participación de los ministros y los fieles laicos en la predicación a través de los instrumentos de comunicación social hasta hoy conocidos existen normas precisas, con las cuales la autoridad de la Iglesia regula el ministerio de la Palabra, de la misma manera, la utilización de Internet como instrumento para el desarrollo del ministerio de la Palabra reclama una regulación, que permita a la Iglesia garantizar la integridad de la fe y su recta predicación, en cumplimiento de su misión de custodiar la verdad revelada, a la vez que profundiza en ella y procura su anuncio a todos los hombres (Cf. can. 747).

La predicación de la Palabra de Dios es un derecho para los Obispos (Cf. can. 763), que cuentan para hacerla con la colaboración de los presbíteros y diáconos, a quienes corresponde la facultad de predicar en todo el mundo, salvo expresas limitaciones que puede hacer el Ordinario del lugar (Cf. can. 764). Atendiendo a la norma vigente, debe entenderse que los presbíteros y diáconos tienen también la facultad de "predicar" a través de Internet, ya sea a través de Páginas expresamente destinadas a esta finalidad, o a través de listas de distribución de correo electrónico.

Sin embargo, así como para hablar sobre un tema de doctrina cristiana por radio y televisión deben cumplirse las normas que en cada lugar da la Conferencia episcopal (Cf. can. 772 § 2), se puede pensar que el alcance universal que tiene una exposición doctrinal o predicación hecha a través de Internet por los ministros sagrados merezca algunas normas reguladoras dadas por las Conferencias episcopales, para los ministros sagrados de su jurisdicción.

3. Las "Páginas católicas" en Internet

La Iglesia ha regulado con precisión las instituciones que en su nombre enseñan la doctrina cristiana, principalmente las escuelas y las universidades católicas, así como otros institutos canónicos similares. El nombre de "católica", que ninguna institución educativa puede llevar sin expreso consentimiento de la autoridad eclesiástica, orienta a los fieles que quieren recibir la enseñanza de la doctrina católica. De la misma manera, cualquier iniciativa apostólica de los fieles emprendida por propia iniciativa, cada uno según su propia condición, necesita el consentimiento de la autoridad eclesiástica para llevar el nombre de "católica" (Cf. can. 216). Lo mismo debe decirse de cualquier asociación de fieles, que para llevar el nombre de "católica" necesita del consentimiento de la autoridad eclesiástica competente (Cf. cáns. 300 y 312).

Ahora se agrega una nueva realidad, en la que el nombre de "católica" debería servir para orientar a los fieles. Se trata de las Páginas Web o los Portales presentes en Internet, desde los cuales se puede acceder a variada información sobre la Iglesia, su doctrina, sus actividades y su presencia y tarea evangelizadora en diverso lugares del mundo.

En la medida en que se dedican a ofrecer en su espacio la doctrina católica, y más todavía si pretenden identificarse como "católicas", las Páginas Web y los Portales presentes en Internet deberían contar con un consentimiento de la autoridad eclesiástica, que pudiera ser fácilmente verificado por todos los que acceden a ellas.

La autoridad eclesiástica competente para dar el consentimiento que permita a una Página Web o a un Portal identificarse como "católica" o "católico" debe considerarse en tres niveles, a semejanza de la autoridad para conceder este calificativo a las asociaciones de fieles. Será, entonces, el Obispo diocesano, la Conferencia episcopal o la Santa Sede, según el alcance o radio de acción de la institución que pide el consentimiento (Cf. can. 312 § 1).

Cada una de estas autoridades eclesiásticas debería contar con un número de veedores, cuya función sería verificar la existencia de los requisitos, que podrían definirse con anticipación, necesarios para otorgar a una Página o Portal la calificación de "católica". Cuando las Páginas o Portales que han solicitado el consentimiento para calificarse como "católicas" cumplen los requisitos exigidos, podrán colocar un signo o logo de verificación, oportunamente otorgado, al modo de una firma digital, a partir del cual todo visitante pueda tener la oportunidad de comprobar a través de un link a otra Página, perteneciente a o supervisada directamente por la autoridad eclesiástica, la autenticidad del mismo (Omito los detalles técnicos del método. Una propuesta sobre el mismo ha sido preparada por los autores del Portal www.elvaticano.com).

Sin duda, las Páginas Web y los Portales presentes en Internet tienen una existencia mucho más dinámica que las instituciones educativas y las otras realidades que pueden identificarse como "católicas" con el consentimiento de la autoridad eclesiástica. Por esta razón, las Páginas Web identificadas como "católicas" deberán ser revisadas con cierta periodicidad. De todos modos, habrá que considerar que las diversas instituciones educativas o apostólicas, así como las asociaciones de fieles que tienen el consentimiento de la autoridad eclesiástica para llamarse "católicas", también pueden hacerse directamente responsables de las Páginas o Portales que ellas ponen en Internet, de modo tal que bastará identificar el origen de la Página en la institución reconocida como católica, para otorgarle el logo de verificación de su catolicidad. En todo caso, si en la revisión de una Página Web perteneciente a una institución reconocida como "católica" se constatara alguna irregularidad, siempre será posible suspender la identificación, hasta que la misma fuera corregida.

4. Otras Páginas o servicios de Internet

Existen otras Páginas o servicios de Internet, como grupos de noticias o de correo electrónico, o listas de distribución de información, que no pertenecen a instituciones "católicas", sino a simples fieles, que se ocupan a través de estos medios de los temas de fe y costumbres. Podríamos decir que son Páginas o servicios "privados", en la medida en que este término es aplicable a un instrumento de alcance universal como Internet.

Debemos tener en cuenta, en primer lugar, el deber de la autoridad eclesiástica de preservar la integridad de la fe y de las costumbres, para lo cual debe velar para que el uso de los medios de comunicación social, entre los que debe considerarse Internet, no provoque daños a la fe y a las costumbres (Cf. can. 823 § 1). Este deber corresponde a los Obispos diocesanos o equiparados a ellos en las Iglesias particulares, a las Conferencias episcopales para todos los fieles de su territorio, y a la autoridad suprema respecto de la Iglesia universal (Cf. can. 823 § 2).

En correspondencia con este deber de vigilancia propio de los pastores, los fieles reciben la recomendación de someter al juicio del Ordinario del lugar los escritos que traten sobre las sagradas Escrituras, teología, derecho canónico, historia eclesiástica y materias religiosas o morales (Cf. can. 827 §§ 2 y 3). Además, si los escritos serán utilizados en las escuelas, deben contar necesariamente con la aprobación de la autoridad (Cf. can. 827 § 2).

Haciendo una aplicación de dichas normas a la publicación en Internet, a través de cualquiera de los modos antes mencionados u otros similares, de contenidos que se refieren a las sagradas Escrituras, teología, derecho canónico, historia eclesiástica o materias religiosas o morales, es necesario recomendar a los fieles que sometan al juicio del Ordinario del lugar las Páginas Web o servicios de distribución de información referidas a esas materias (Cf. ibid).

Se deberá tener especialmente en cuenta que los libros de las sagradas Escrituras no pueden editarse si no son aprobados por la Sede Apostólica o por la Conferencia episcopal; y en caso de que fieles católicos publiquen en Internet textos de la sagrada Escritura, o más probablemente sus traducciones en lengua vernácula, deberá constar de algún modo dicha aprobación (Cf. can. 825 § 1).

Lo mismo debe decirse de los libros litúrgicos, cuya edición corresponde a la Santa Sede, a quien corresponde también la revisión de las traducciones preparadas por las Conferencias episcopales. Si se publican en Internet, deberá constar la legitimidad del texto que se publique (Cf. cáns. 826 § 1 y 838 §§ 2 y 3).

En todos estos casos, el método ya propuesto del logo de verificación sería un instrumento adecuado para hacer constar la aprobación o el nihil obstat, según el caso, otorgado por la autoridad eclesiástica a los contenidos de Internet que hayan sido sometidos a su control y hayan sido reconocidos por la misma.

5. Algunas propuestas

No cabe duda sobre la utilidad que Internet puede prestar a la misión de la Iglesia. Su activa presencia, desde la Página oficial de la Santa Sede hasta las iniciativas personales de algunos fieles que presentan de manera eficaz la doctrina católica, pasando por la gran cantidad de Páginas de diócesis y parroquias que son de gran utilidad, principalmente para los propios fieles, es prueba suficiente del servicio que este instrumento puede prestar a la misión de la Iglesia.

Sin embargo, se hace necesaria la intervención de la autoridad de la Iglesia para garantizar la integridad de la fe y de las costumbres que se propone en su nombre a través de Internet. Sobran los ejemplos sobre abusos a la buena fe de los fieles, a través de Páginas Webque presentan doctrinas heréticas, con supuestos avales de la autoridad eclesiástica, para justificar un eficaz ejercicio de la autoridad eclesial en este campo.

Es posible, con relativa facilidad, implementar un método ágil y eficaz, compatible con las características propias de Internet, para garantizar la fidelidad a la doctrina de la Iglesia en las Páginas Web que quieran presentarse como católicas. Se deberá invitar a los fieles a someter voluntariamente a la revisión de la autoridad eclesiástica sus Páginas o demás servicios implementados a través de Internet, para obtener la firma de verificación de catolicidad. Al mismo tiempo, todos los fieles tendrán la posibilidad de verificar la catolicidad de las Páginas Web que se les ofrezcan como "católicas", gracias al certificado que podrán presentar las que hayan sido reconocidas por la autoridad eclesiástica.

Este servicio necesitará implementar equipos técnicos y doctrinales que trabajen al servicio de la autoridad eclesiástica, en beneficio de todo el Pueblo de Dios. Seguramente no será posible para todas las Iglesias particulares organizar debidamente este servicio de verificación de la conformidad de las Páginas que elaboren sus fieles o las instituciones o asociaciones de fieles de su jurisdicción con la doctrina de la Iglesia. Pero seguramente las Conferencias episcopales podrán prestar en este campo, como de hecho ya lo hacen en muchos otros, servicios de apoyo a los Obispos diocesanos, para ejercer su función rectora en este nuevo campo de acción de la Iglesia.

Por esto mismo, puede ser útil, sobretodo desde un punto de vista económico, prever un sistema centralizado, quizás a través de las Conferencias episcopales o varias de ellas juntas, para otorgar las firmas o certificados digitales que permitan identificar las páginas que han sido reconocidas por la autoridad eclesiástica. De todos modos, queda claro que la autoridad eclesiástica para dar ese reconocimiento seguirá siendo la que actualmente determina la norma canónica, tanto para el ministerio de la Palabra como para el reconocimiento de la catolicidad de diversas instituciones canónicas, ya sea en el ámbito de la Iglesia particular, la Conferencia episcopal o la Iglesia universal.


Será clave, por otra parte, que, a medida que logre implementarse este servicio de verificación de contenidos conformes a la doctrina católica en las Páginas Web y demás servicios de Internet, se haga conocer a los fieles la posibilidad y el modo de identificar como reconocidas por la autoridad eclesiástica todas las Páginas Web y los contenidos que hayan sido aprobados por la misma, a través de las firmas digitales que puedan garantizar su autenticidad.

Por: Alejandro W. Bunge | Fuente: pccs.va 


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lunes, 14 de enero de 2019

COMUNICAR LA MISERICORDIA




"La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno. En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y con una renovada acción pastoral. 

Es determinante para la Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el camino de vuelta al Padre." (N°12 Misericordiae Vultus) 

"Los que hacen los medios tienen una responsabilidad ante los usuarios de los mismos. Ante todo, deben informar conforme a la verdad. Tanto la investigación de los verdaderos hechos como sup ublicación, deben tener en cuenta los derechos y la dignidad de la persona.
Los MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL deben contribuir a la construcción de un mundo justo, libre y solidario." (N°459 YOUCAT)

"La información de estos medios es un servicio del bien común (cf IM 11). La sociedad tiene derecho a una información fundada en la verdad, la libertad, la justicia y la solidaridad: El recto ejercicio de este derecho exige que, en cuanto a su contenido, la comunicación sea siempre verdadera e íntegra, salvadas la justicia y la caridad; además, en cuanto al modo, ha de ser honesta y conveniente, es decir, debe respetar escrupulosamente las leyes morales, los derechos legítimos y la dignidad del hombre, tanto en la búsqueda de la noticia como en su divulgación." (N°2494 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA)

"Es necesario que todos los miembros de la sociedad cumplan sus deberes de caridad y justicia también en este campo, y, así, con ayuda de estos medios, se esfuercen por formar y difundir una recta opinión pública". La solidaridad aparece como una consecuencia de una información verdadera y justa, y de la libre circulación de las ideas, que favorecen el conocimiento y el respeto del prójimo." (N°2495 CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA)

Para Descargar (.PDF): Misericordiae Vultus